Los jardines colgantes deben su existencia a la creación de una puerta bastionada instalada después de la visita de Vauban en 1685. Este acceso por el lado del acantilado necesitó la creación de un sendero con aportación de tierra. Las terrazas sostenidas por pequeños muros sirvieron luego de huerto para la guarnición. Después de 1858, las parcelas fueron explotadas por propietarios de posadas y de pensiones de familia.