El bosque de las Landas, vigilado desde mediados de marzo hasta mediados de octubre, está salpicado de torres de vigilancia. De unos cuarenta metros de altura, estos colosos metálicos son los garantes de la seguridad contra los focos de incendio. Hasta 2004, los temporeros se encargaban de esta vigilancia, que a menudo ha demostrado su eficacia. Pero la repentina muerte de uno de ellos, probablemente a causa de un rayo, cambió todo eso, y desde entonces las torres están equipadas con cámaras de vigilancia. Con el apoyo de un sistema llamado Prodalis, que ganó el premio a la innovación ENSOSP en 2010, sus agudos ojos han sustituido desde entonces al ojo humano en esta lucha constante contra las llamas.